Los medios naturales y normales para compartir el evangelio
El Presidente de la Iglesia Thomas S. Monson explicó una vez una manera eficaz en que cada uno puede compartir el evangelio y ayudar a traer las bendiciones de la vida eterna a todos los que nos rodean. Él dijo: “Nuestras experiencias misionales tienen que ser actuales. No es suficiente quedarse sentado y reflexionar sobre experiencias pasadas. Para sentirse satisfecho hay que seguir compartiendo el Evangelio de forma normal y natural” (énfasis añadido, “Status Report on Missionary Work: A Conversation with Elder Thomas S. Monson” Ensign, octubre de 1977)
Como misionero de tiempo completo, lo que es natural y normal puede variar de lo que es antes o después de su misión. En su misión, tiene un llamamiento, ha sido apartado como representante de Cristo, se pone una camisa blanca y una corbata y una placa misionera de identificación, por lo que acercarse a los extraños, abriendo su boca, y tener conversaciones espontáneas religiosas pueden ser totalmente natural y normal. Como miembro discusiones espontáneas religiosas con completos desconocidos probablemente no sería natural y normal. Formas naturales y normales de compartir el Evangelio como un miembro de la iglesia todos los días ocurren, pero por lo general en diferentes circunstancias.
En su discurso de Conferencia General de abril de 2012, ¿Valió la pena?, El élder David F. Evans expuso sobre el tema de los medios naturales y normales para compartir el evangelio de Jesucristo. Dijo:
«La labor de compartir el Evangelio de forma normal y natural con las personas que nos interesan y a quienes amamos será la obra y el gozo de nuestras vidas. Permítanme contarles acerca de dos experiencias.
Dave Orchard se crió en Salt Lake City, donde la mayoría de sus amigos eran miembros de la Iglesia. Ellos eran una gran influencia para él. Además, los líderes de la Iglesia en su vecindario lo invitaban constantemente a las actividades, al igual que sus amigos. A pesar de que no se unió a la Iglesia en aquel momento, en sus años de juventud tuvo la bendición de la influencia de buenos amigos y de las actividades de la Iglesia. Después de ingresar a la universidad, se mudó lejos de su casa y la mayoría de sus amigos se fueron a servir misiones; él echaba de menos la influencia de ellos en su vida.
Uno de los amigos de Dave, de la escuela secundaria, todavía estaba en su casa. Ese amigo se reunía cada semana con su obispo en un esfuerzo por poner su vida en orden y servir como misionero. Él y Dave llegaron a ser compañeros de cuarto y, como es normal y natural, hablaron sobre por qué todavía no estaba sirviendo como misionero y por qué se reunía a menudo con el obispo. El amigo de Dave expresó gratitud y respeto hacia su obispo y por la oportunidad de arrepentirse y de servir. Entonces le preguntó a Dave si le gustaría ir a la próxima entrevista con él. ¡Qué invitación! Pero debido a su amistad y a las circunstancias, fue a la vez normal y natural.
Dave aceptó y no tardó en tener sus propias entrevistas con el obispo. Eso lo llevó a tomar la decisión de reunirse con los misioneros; recibió un testimonio de que el Evangelio es verdadero y fijaron una fecha para su bautismo. El obispo bautizó a Dave y, un año después, Dave Orchard y Katherine Evans se casaron en el templo.»
«…La hermana Eileen Waite asistió a la misma conferencia de estaca en la cual Dave Orchard habló de su experiencia de conversión. Durante la conferencia, lo único en que podía pensar era en su propia familia y especialmente en su hermana Michelle que estaba alejada de la Iglesia desde hacía tiempo. Michelle estaba divorciada e intentando criar a cuatro hijos. Eileen sintió la impresión de mandarle una copia del libro del élder M. Russell Ballard, Nuestra Búsqueda de la Felicidad, junto con su testimonio; lo cual hizo. A la semana siguiente, una amiga le dijo a Eileen que ella también había sentido que debía ponerse en contacto con Michelle. Esta amiga también le escribió una nota a Michelle compartiendo su testimonio y expresándole su amor. ¿No es interesante la frecuencia con la que el Espíritu obra en varias personas para ayudar a alguien que lo necesita?
El tiempo pasó y Michelle llamó a Eileen para darle las gracias por el libro, y le dijo que estaba comenzando a reconocer el vacío espiritual en su vida. Eileen le dijo que sabía que la paz que estaba buscando se podía encontrar en el Evangelio, que la amaba y que quería que ella fuera feliz. Michelle comenzó a hacer cambios en su vida; poco después encontró a un maravilloso hombre activo en la Iglesia, se casaron y un año después se sellaron en el templo de Ogden, Utah. Recientemente, su hijo de 24 años se bautizó.
…El final de este relato todavía no se ha escrito, pero se han derramado bendiciones sobre esta maravillosa mujer y su familia gracias a que aquellos que la aman hicieron caso a las impresiones y, de manera normal y natural, compartieron su testimonio y la invitaron a regresar.
He pensado mucho sobre estas dos experiencias. Un joven que se estaba esforzando por poner su propia vida en orden ayudó a otro joven que estaba buscando la verdad. Una mujer compartió su testimonio y su fe con su hermana que se había alejado de la Iglesia por 20 años. Si oramos y preguntamos al Padre Celestial a quién podemos ayudar y nos comprometemos a actuar de acuerdo con las impresiones que nos dé para hacernos saber cómo ayudar, Él contestará nuestras oraciones y nos convertiremos en instrumentos en Sus manos para hacer Su obra. Actuar con amor según los susurros que recibimos del Espíritu, se convierte en el catalizador.
Al escuchar estas experiencias en cuanto compartir de forma normal y natural el Evangelio con las personas que les interesan, muchos de ustedes han tenido la misma experiencia que tuvo Eileen Waite; han pensando en alguien a quien deberían tender la mano, ya sea para invitarlos a regresar o para compartir con ellos sus sentimientos sobre el evangelio de Jesucristo. Mi invitación es la de actuar, sin demora, según esa impresión. Hablen con su amigo o miembro de la familia; háganlo de manera normal y natural, háganles saber de su amor hacia ellos y hacia el Señor.»
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