Preparación Misional de la Conferencia General de Octobre de 2016
El camino perfecto a la felicidad por President Thomas S. Monson
Los misioneros comparten por todo el mundo el plan que nuestro Padre tiene para nuestra felicidad y salvación. No todos los que oyen este mensaje divino lo aceptan y lo siguen. Sin embargo, hombres y mujeres en todo lugar, tal como mi joven amigo en la Feria Mundial de Nueva York, reconocen sus verdades y plantan sus pies en el camino que los llevará a salvo a casa. Sus vidas cambian para siempre.
El cuarto piso, la última puerta por Presidente Dieter F. Uchtdorf
La fe viene a los que son humildes, diligentes y perseverantes. Viene a aquellos que pagan el precio de permanecer fieles. Esta verdad se ilustra en la experiencia de dos jóvenes misioneros que sirvieron en Europa, en una zona donde había pocos bautismos de conversos. Supongo que hubiera sido comprensible para ellos pensar que lo que hicieron no marcaría mucho la diferencia. Sin embargo, estos dos misioneros demostraron que tenían fe, y estaban comprometidos con la obra. Tenían la actitud de que si nadie escuchaba su mensaje, no sería por no haber hecho su mejor esfuerzo.
Un día, sintieron el deseo de visitar a los residentes de un edificio de apartamentos de cuatro pisos muy bien cuidado. Empezaron en el primer piso y tocaron en cada puerta presentando el mensaje salvador de Jesucristo y de la Restauración de Su Iglesia. Nadie en el primer piso los quiso escuchar. Hubiera sido fácil para ellos decir: “Lo hemos intentado; detengámonos aquí y vayámonos a otro edificio”.
No obstante, estos dos misioneros tenían fe y estaban comprometidos con la obra, así que llamaron en cada puerta del segundo piso. De nuevo, nadie les escuchó. En el tercer piso ocurrió lo mismo; y también pasó lo mismo en el cuarto piso; eso sí, hasta que tocaron la última puerta del cuarto piso. Una jovencita abrió la puerta, les sonrió y les pidió que esperaran mientras ella hablaba con su mamá.
Su madre tenía solo 36 años, había perdido recientemente a su esposo, y no estaba de humor como para hablar con los misioneros mormones. Así que le dijo a su hija que les dijera que se fueran. Sin embargo, la hija le suplicó a su mamá. Esos jóvenes son muy amables, le dijo, y solo tomara unos pocos minutos. La madre accedió de manera renuente. Los misioneros compartieron su mensaje y le dieron a la mamá un libro para leer: el Libro de Mormón.
Después de que ellos se marcharon, la mamá decidió que por lo menos leería unas pocas páginas. Terminó de leer el libro entero en unos pocos días. Poco después, esta maravillosa madre y su familia entraron en las aguas del bautismo. Cuando la pequeña familia asistió a su barrio local en Fráncfort, Alemania, un joven diácono se percató de la belleza de una de las hijas y se dijo a sí mismo: “¡Estos misioneros están haciendo un gran trabajo!”.
El nombre de ese joven diácono era Dieter Uchtdorf, y la encantadora jovencita, la que le había suplicado a su mamá que escuchara a los misioneros, lleva el hermoso nombre de Harriet. Cuando me acompaña en mis viajes, todo el que la conoce la llega a querer. Ha bendecido la vida de muchas personas por medio de su amor por el Evangelio y su personalidad tan alegre. Ella, en verdad, es la fuente de alegría en mi vida.
Cuán a menudo he elevado mi corazón en gratitud por los dos misioneros que no se detuvieron en el primer piso. Cuán a menudo mi corazón se hinche con aprecio por la fe y el trabajo de ellos. Con cuánta frecuencia he dado gracias porque ellos siguieron adelante hasta llegar al cuarto piso, la última puerta.
“Ven, sígueme”, practicando el amor y el servicio cristiano por Elder Robert D. Hales
Jóvenes, ustedes son algunos de nuestros maestros del Evangelio más eficaces; van a la Iglesia a aprender a fin de poder volver a casa para enseñar y servir a su familia, vecinos y amigos. No tengan miedo; tengan fe para testificar de lo que saben que es verdadero. Piensen en cómo los misioneros de tiempo completo progresan porque viven fielmente una vida consagrada, utilizando su tiempo y talentos y dando testimonio para servir y bendecir a los demás. Al compartir su testimonio del Evangelio, ¡su fe crecerá y su confianza aumentará!
Un testigo de Dios por Elder Neil L. Andersen
Estén dispuestos a hablar de su fe en Cristo. Siempre que la ocasión se presente, hablen de Su vida, Sus enseñanzas y Su dádiva incomparable a toda la humanidad. Compartan Sus verdades poderosas que están en el Libro de Mormón. Él nos ha hecho esta promesa: “A cualquiera… que me confiese delante de los hombres, yo… le confesaré delante de mi Padre… en los cielos”10. Les prometo que si oran con frecuencia y sinceridad para tener oportunidades de “ser testigos de Dios”, las oportunidades vendrán, y aquellos que busquen más luz y conocimiento serán puestos ante ustedes. Si responden a los susurros espirituales, el Espíritu Santo llevará sus palabras al corazón de otra persona y un día el Salvador les confesará delante de Su Padre.
La obra espiritual de ayudar a alguien a venir al reino de Dios es una labor en equipo. Recurran a los misioneros lo más pronto que puedan y oren para pedir ayuda divina, pero recuerden que el momento de la conversión de otra persona no depende totalmente de ustedes.
Kamla Persand era de las islas Mauricio y asistía a la facultad de medicina en Burdeos, Francia, cuando la conocimos en febrero de 1991. Habíamos orado en familia para poder compartir el Evangelio con alguien que estuviera en busca de la verdad y le enseñamos en nuestro hogar. Tuve el privilegio de efectuar su bautismo, pero nosotros no fuimos la influencia más importante para que Kamla se uniera a la Iglesia. Amigos, misioneros e incluso familiares habían sido “testigos de Dios” en su país natal y un día, en Francia, cuando era el momento adecuado, Kamla tomó la decisión de bautizarse. Ahora, veinticinco años después, le rodean las bendiciones de esa decisión y su hijo es misionero en Madagascar.
Tengan anhelo por Cristo por Elder Kazuhiko Yamashita
¿Qué significa “tener anhelo por Cristo”? Tener anhelo por Cristo significa estar motivados, centrados y dedicados a Su obra; tener anhelo por Cristo rara vez significará que se nos selecciona para recibir honor público; tener anhelo por Cristo significa que servimos fiel y diligentemente en nuestros barrios y ramas, sin quejarnos y con corazones alegres.
Nuestros misioneros que prestan servicio en todo el mundo son bellos ejemplos de personas que en verdad tienen anhelo por Cristo. Hace unos años, la hermana Yamashita y yo prestamos servicio en la Misión Japón Nagoya. Nuestros misioneros tenían gran anhelo por Cristo.
…Mis queridos hermanos y hermanas, tenemos anhelo por Cristo cuando servimos fielmente, aceptamos con humildad, perseveramos con valentía, oramos con fervor y participamos dignamente. Tengamos anhelo por Cristo al aceptar nuestras dificultades y pruebas con paciencia y con fe, y hallemos gozo en el sendero de nuestros convenios.
Compartir el Evangelio restaurado por Elder Dallin H. Oaks
Hacia el final de Su ministerio terrenal, nuestro Salvador Jesucristo mandó a Sus discípulos: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19) e “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Todo cristiano está bajo esos mandatos de compartir el Evangelio con todos. Muchos llaman a esto “la gran comisión”.
…Actualmente contamos con muchos recursos para compartir el Evangelio que no estaban disponibles en generaciones anteriores. Tenemos la televisión, internet y las redes sociales; contamos con muchos mensajes valiosos que nos ayudan a presentar el Evangelio restaurado; tenemos la prominencia de la Iglesia en muchas naciones; contamos con una cantidad cada vez mayor de misioneros; pero, ¿estamos haciendo uso de todos esos recursos de manera que logremos el efecto máximo? Considero que la mayoría de nosotros diría que no. Deseamos ser más eficaces en cumplir con nuestra responsabilidad divinamente establecida de proclamar el Evangelio restaurado en todo el mundo.
…Compartir el Evangelio restaurado es nuestro deber y privilegio cristiano de toda la vida. El élder Quentin L. Cook nos recuerda: “La obra misional no es solo una de las 88 teclas de un piano que se toca de vez en cuando; es un acorde mayor de una atrayente melodía que debe interpretarse de modo continuo durante toda la vida, si hemos de mantener la armonía con nuestro compromiso hacia el cristianismo y el evangelio de Jesucristo”.
…podemos orar para recibir inspiración sobre lo que nosotros podemos hacer en nuestras circunstancias personales para compartir el Evangelio con los demás. Eso difiere de orar por los misioneros o de orar por lo que los demás pueden hacer. Debemos orar por lo que nosotros podemos hacer personalmente. Cuando oramos, debemos recordar que las oraciones para ese tipo de inspiración se contestarán si van acompañadas de un compromiso, de algo que las Escrituras llaman “verdadera intención” o “íntegro propósito de corazón”. Oren con el compromiso de actuar de acuerdo con la inspiración que reciban, prometiéndole al Señor que si Él los inspira a hablarle a alguien sobre el Evangelio, lo harán. …A medida que demostremos nuestra fe, esas oportunidades se nos presentarán sin necesidad de una respuesta “forzada ni artificiosa, sino que nuestros actos fluirán como resultado natural de nuestro amor por nuestros hermanos y hermanas”.
…Nuestros esfuerzos por compartir el Evangelio no deben limitarse a nuestro círculo de amigos y colegas. Durante los Juegos Olímpicos nos enteramos de que un taxista SUD en Río de Janeiro llevaba consigo ejemplares del Libro de Mormón en siete idiomas diferentes, los cuales entregaba a los que aceptaban recibirlo. Se denominó a sí mismo el “misionero taxista”. Él dijo: “Las calles de Río de Janeiro… son [mi] campo misional”.
…Compartir el Evangelio no es una carga, sino un gozo. Lo que llamamos la “obra misional de los miembros” no es un programa, sino una actitud de amor y de participación para ayudar a los que nos rodean. Es también una oportunidad de ser testigos de lo que sentimos en cuanto al evangelio restaurado de nuestro Salvador.
El gozo y la supervivencia espiritual por Presidente Russell M. Nelson
Esa es la razón por la que los misioneros dejan sus hogares para predicar Su evangelio. La meta de ellos no es aumentar el número de miembros de la Iglesia, sino enseñar y bautizar ¡para llevar gozo a la gente de todo el mundo!
El gran plan de redención por Linda S. Reeves
Cuando prestaba servicio junto a mi esposo al presidir él una misión, una mañana fuimos al aeropuerto a recoger a un grupo numeroso de misioneros. Un joven en particular me llamó la atención; parecía triste, agobiado y quizás hasta turbado. Esa tarde, lo observamos con atención. Al llegar la noche, el joven confesó algo que debió haber confesado antes, y sus líderes decidieron que debía regresar a casa. Aunque nos sentimos muy tristes de que hubiera sido deshonesto y no se hubiese arrepentido antes de llegar a la misión, camino al aeropuerto lo elogiamos con sinceridad y con amor por tener la valentía de revelar lo acontecido, y le prometimos mantenernos en contacto con él.
Ese gran joven fue bendecido con padres maravillosos, excelentes líderes del sacerdocio y un barrio amoroso que lo apoyó. Después de un año de esforzarse para arrepentirse por completo y participar de la expiación del Salvador, pudo volver a nuestra misión. Me resulta difícil explicar los sentimientos de gozo que experimentamos al recoger a ese joven del aeropuerto; estaba lleno del Espíritu, feliz, con confianza ante el Señor y deseoso de cumplir una fiel misión. Llegó a ser un misionero excepcional y, tiempo después, mi esposo y yo tuvimos el privilegio de asistir a su sellamiento en el templo.
Por el contrario, sé de una misionera que, consciente de que el pecado que había cometido antes de la misión, y el cual no había confesado, seguramente causaría que la enviaran a casa antes de tiempo, hizo planes de esforzarse extremadamente durante la misión y confesarlo al presidente unos días antes de completar su servicio. Ella no había experimentado la tristeza según Dios y trató de evadir el plan que nuestro amoroso Salvador nos ha brindado.
Durante nuestra misión, una vez acompañé a mi esposo a la entrevista bautismal de un hombre. Mientras mi esposo realizaba la entrevista, yo esperé afuera con las misioneras que habían enseñado a ese hermano. Una vez que se terminó la entrevista, mi esposo informó a las misioneras que el hombre podría bautizarse. Ese maravilloso hombre no dejaba de llorar, mientras explicaba que estaba seguro de que los pecados que había cometido durante su vida no le permitirían bautizarse. Pocas veces he sido testigo de un gozo y felicidad como los que vi ese día en alguien que salía de la oscuridad hacia la luz.
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